Asado porco celta
Lo primero es hacerse con una buena pieza de paleta de porco celta, sin piel pero con el hueso. En mi caso la compro en Corcubión, en la Carnicería Antelo (recomiendo su visita). Escojo este tipo de carne en particular, lo primero por su sabor, pero también por que presenta una mayor cantidad de grasa infiltrada que la carne de cerdo común, lo que la hace especialmente jugosa tras el asado.
El proceso en muy sencillo. Lo primero es lavar bien la pieza con agua para limpiarla de cualquier resto de sangre que pueda tener, y secarla. Por el lado donde estaba la piel, se hacen unos cortes, cuatro o cinco, en forma de rombo. Se pueden hacer también algunos cortes en la zona del hueso. Lo de los cortes es para que se cocine mejor, y dependerá del gusto del cocinero y comensales. A más cortes, más churruscada quedará la carne de fuera. Se frota bien toda la pieza con aceite de oliva y se salpimenta al gusto, fijándonos que los cortes antes practicados se impregnen bien de la sal y la pimienta. A mí en particular me gusta que lleve bastante pimienta, le da un gusto buenísimo.
Ahora es el momento de añadir medio vasito de agua a nuestra paleta de porco celta, en la fuente e introducirla en el horno. Al comienzo dejo hacia arriba la parte que tiene hueso.
El horno de leña lo caliento con tiempo suficiente para que cuando comience el asado esté en torno a unos 330 – 350Cº. (mientras me tomo un vino Juan Gil)
Transcurrida una hora u hora y media, dependiendo del tamaño de la paleta, le doy vuelta a la carne. En este punto, el color y olor ya deben ser de lo mejor. Dejo que ase por el otro lado otra hora y media, más o menos. El toque especial del asado de porco celta se consigue añadiendo un vasito de zumo de limón por encima de la carne, diez o quince minutos antes de sacarla del horno. El zumo se mezclará con los jugos que fue soltando la carne, dándole un sabor muy especial.
Después de esto, tan solo queda llevarla a la mesa e ir loncheándola a medida que lo vayan pidiendo los comensales, sin olvidarse de empaparla bien de la salsa de limón que se fue soltando. Un acompañamiento que a mí me encanta para este plato es la ensalada, variada y fresca, con varios tipos de lechuga. Y también el arroz blanco, que se empapa bien de la salsita y está buenísimo. Imagino que no hace falta mencionar que un buen vino, ya sea rioja o ribera, o de otras zonas menos conocidas (Jumilla: “Juan Gil”, buenísimo…), se hace imprescindible.
Un saludo y buen provecho!!!.
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