Mitos y verdades del vino con o sin corcho
Los tapones de corcho llevan tanto tiempo presentes en nuestras vidas que a muchos nos cuesta aceptar de buen grado un vino que lleve tapón de rosca o de corcho sintético, muchas veces por una razón puramente sentimental.
Es indudable que el corcho tiene unas propiedades excelentes, pero también presenta algunas debilidades que han sido superadas por la tecnología, capaz de elaborar tapones de materiales alternativos y capaces de mantener intactas las cualidades del vino por mucho tiempo.
Hasta hace poco, y todavía hoy les pasa a muchos consumidores, se asociaba el tapón de rosca a los vinos de baja calidad y a los de consumo inmediato o, como mucho para un vino blanco o un vino rosado. Sin embargo, muchos expertos afirman que un vino con tapón de rosca de aluminio evoluciona más lentamente que uno con tapón de corcho y se mantiene más limpio.
El hecho de que el tapón de rosca permita abrir y cerrar perfectamente la botella ayuda a que podemos disfrutarlo con todas sus propiedades, evitando el riesgo de oxidación durante más tiempo.
La tecnología actual permite elaborar tapones de rosca con niveles calculados de entrada de oxígeno. Así, los vinos permanecen frescos por más tiempo, conservando su aroma y profundidad.
Por todas estas razones el tapón de rosca va ganando adeptos poco a poco. Si las añejas bodegas han evolucionado como tienda online de vino (ver aquí) ¿por qué no va a evolucionar el tapón de las botellas?
Sin embargo, el acto de abrir una botella de vino con el descorchador es una tradición muy antigua no exenta de un ritual al que muchos no quieren renunciar.
Cuando pensamos en paladear un gran vino tinto es difícil imaginar otro sistema de cierre diferente al corcho, un material natural, procedente de la corteza del alcornoque que se extrae sin dañar el árbol y que ha demostrado desde hace siglos su capacidad para mantener intactas las propiedades de los vinos en las bodegas durante décadas.
Al ser flexible, impermeable y duradero, el corcho natural impide que el vino salga de la botella. Sin embargo, sus poros permiten la entrada al oxígeno, lo que puede estropear el mejor de los caldos.
Para evitarlo, hay que tener la precaución de almacenar las botellas inclinadas de forma que el vino esté en contacto con el tapón. Esto hace que el corcho se dilate en contacto con el líquido y mantenga la botella herméticamente cerrada.
Su mayor desventaja es que puede liberar TCA, una molécula procedente de un hongo que puede producir aromas y sabores desagradables y para la que por el momento no existe solución.
Como casi todo en la vida, cualquier sistema tiene ventajas y desventajas. ¿Por cuál te decantes tú?