La importancia del ciclo de la vid para obtener un buen vino

La viticultura es una ciencia que ha evolucionado a lo largo de los siglos, y uno de los avances más significativos fue la introducción del injerto de la vid. Este proceso no solo busca asegurar la resistencia de las cepas a plagas como la filoxera, sino también garantizar que las uvas producidas tengan las características deseadas para elaborar vinos de alta calidad. A lo largo de este artículo, exploraremos el proceso de injerto, las variedades de vid más comunes y cómo el ciclo de la vid influye en la obtención de un buen vino.

El proceso de injerto: la clave para la resistencia

El arte de crear plantas Injertadas de Vid consiste en insertar una parte de una planta (el injerto) sobre otra (el patrón o pie), creando una planta híbrida. Este proceso se utiliza especialmente para proteger las vides de la filoxera, un insecto que arrasó muchas viñas en Europa en el siglo XIX. La filoxera ataca las raíces de las plantas de vid, y como respuesta, se comenzó a injertar variedades europeas de vides sobre raíces de cepas americanas, que son naturalmente resistentes a la plaga.

Sin embargo, el injerto no solo tiene la función de proporcionar resistencia a las plagas. También permite adaptar las vides a diferentes tipos de suelos, mejorar la calidad de las uvas y optimizar el rendimiento de la cosecha. La elección del patrón y el injerto adecuado es fundamental para obtener un vino de calidad.

Variedades de vid: ¿cómo elegir la mejor?

La elección de la variedad de vid es un factor determinante en el proceso de producción de vino. Existen miles de variedades de vid, y cada una tiene características únicas que afectan al sabor, la textura y el color del vino. Las variedades más conocidas, como el Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Merlot, entre otras, tienen una gran versatilidad y se adaptan bien a una amplia gama de climas y suelos.

El injerto debe realizarse con una variedad de uva que se adapte bien al entorno local. Es fundamental elegir variedades que no solo sean resistentes a las plagas, sino que también ofrezcan las mejores características organolépticas para el tipo de vino que se desea producir. Algunas cepas pueden ser más productivas, pero esto no siempre se traduce en una mejor calidad del vino. La relación entre rendimiento y calidad es una de las principales consideraciones al elegir la variedad adecuada para injertar.

 

El ciclo de la vid: de la brotación a la cosecha

El ciclo de la vid es un proceso largo y meticuloso, que se extiende a lo largo de todo el año y depende de varios factores, como el clima, el tipo de suelo y la variedad de vid seleccionada. Este ciclo incluye varias fases críticas que afectan la calidad final del vino.

Fase 1: Brotes y crecimiento vegetativo

El ciclo comienza con la brotación de la planta, cuando las raíces comienzan a absorber los nutrientes del suelo y la vid empieza a crecer. Durante esta fase, es esencial que la planta reciba la cantidad adecuada de agua y nutrientes, ya que el crecimiento inicial de los brotes influirá en la cantidad y calidad de las uvas que se formarán más adelante.

Fase 2: Floración y cuajado

La floración ocurre en primavera y es una fase crucial para la formación de los racimos de uvas. Después de la floración, las flores se convierten en pequeños frutos, y este proceso se conoce como cuajado. La calidad de la floración dependerá de factores como la temperatura, la humedad y la presencia de plagas.

Fase 3: Envero y maduración

El envero es la fase en la que las uvas comienzan a cambiar de color, lo que indica que están madurando. Durante esta etapa, las uvas experimentan un aumento significativo en la concentración de azúcares, lo que influye en el sabor del vino. La maduración continúa a lo largo del verano, y es en esta fase cuando se acumulan los compuestos fenólicos, responsables de los aromas, colores y sabores que hacen único a cada vino.

Fase 4: Cosecha

Finalmente, llega el momento de la cosecha. Este es el punto culminante del ciclo de la vid y se produce cuando las uvas han alcanzado su máximo nivel de madurez. La cosecha debe realizarse en el momento adecuado para asegurarse de que las uvas tengan la cantidad correcta de azúcares, ácidos y compuestos fenólicos.

El papel del injerto en el ciclo de la vid

El injerto desempeña un papel crucial en todo este ciclo. Al seleccionar el patrón adecuado y realizar el injerto correctamente, se puede garantizar que la planta sea resistente a enfermedades, plagas y condiciones adversas del suelo. Además, un buen injerto permite a la planta desarrollar un sistema radicular robusto, lo que favorece una mejor absorción de nutrientes y agua, elementos esenciales para un buen desarrollo durante todo el ciclo.

Si bien el injerto puede mejorar la resistencia y la productividad de la planta, es importante que no afecte negativamente la calidad de las uvas. Las prácticas de manejo de la vid, como la poda, el riego y el control de plagas, también juegan un papel fundamental en la obtención de un buen vino.

El equilibrio entre productividad y calidad

El proceso de injerto y el ciclo de la vid son elementos clave para la producción de vino de calidad. Un buen injerto puede garantizar la resistencia de las plantas a plagas y enfermedades, al mismo tiempo que permite optimizar la productividad. Sin embargo, es esencial que la selección de variedades y el manejo de la planta estén orientados a mantener un equilibrio entre la productividad y la calidad del vino.

El ciclo de la vid no termina con la cosecha; continúa con la elaboración del vino, un proceso en el que la habilidad del enólogo es fundamental para transformar las uvas en una bebida deliciosa y equilibrada. Por ello, la viticultura es una práctica que requiere tanto conocimientos técnicos como un profundo respeto por la naturaleza y el ciclo de la vid.

 

El mal injerto: un exceso de productividad a costa de la calidad

Una curiosidad, en mi zona, en Marin, experimentamos un caso particularmente problemático. Debido a la presencia de filoxera en los suelos, se decidió recurrir al injerto con cepas resistentes, pero el resultado no fue el esperado. Utilizamos variedades como el Catalán Roxo, Catalán Blanco y Catalán Negro, que son bastante resistentes, pero lo que ocurrió fue que el injerto, aunque fue exitoso en términos de resistencia, produjo un vino que era extremadamente productivo, pero de muy mala calidad. Incluso dañino para la salud.  Ni los pájaros comen las uvas, no hace falta sulfatar, contiene una sustancia llamada malvina que lo hace medio venenoso.  Por suerte ya se esta erradicando estas variedades.