Una de tilapias

Hace no mucho en un reciente viaje me encontraba a las orillas del Lago Victoria, en la frontera entre Kenia y Uganda. En este lugar la pesca de tilapia y perca del Nilo es sorprendentemente importante, y gente de los alrededores acude a comer pescado, quien se lo puede permitir claro. En las calles hay muchos puestos de fritura de tilapia, unos puestos con tres elementos característicos: un wok lleno de aceite hirviendo, muchas tilapias (algunas secas y otras ya fritas) con bastantes moscas y todo cubierto además por una capa de polvillo de la tierra de alrededor.

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Como soy comedor y me gusta probar de todo, pensé que era el momento de probar este pescado en su receta original, pues a pesar de la fama que tienen últimamente pescados como la tilapia, y sobre todo la panga, en España, nunca la había probado. Ayudó el hecho de que la única proteína que había comido en los 6 días anteriores era una lata de bonito pescamar en medio del pan a compartir con mi acompañante. O sea que ese día tiramos el presupuesto por la ventana y pagamos el euro y medio que nos pidieron por la tilapia y unas patatas fritas. “Jambo, tilapia for me, please” le comentamos a la señora. A pesar de estar en tierra de buenas patatas, aquellas no eran gran cosa así que me centré en la tilapia, que era de ración.  Al final, no era para tanto («hakuna matata» que dirían allí), sabía a frito, muy dulce, pero de carne blanca muy limpia. Eso sí, entre el secado del sol y la fritura, la piel era como cuero, y en general es un pescado de bastantes espinas. Una cosa entre trucha y maragota. De postre, una piña bien fresquita. Al día siguiente proseguimos el viaje y no volvimos a probar el pescado hasta llegar a casa, pero me habría gustado probar otras especialidades locales como la perca del Nilo.